sábado, 14 de febrero de 2015

Mi valiosa cadena de oro


Es hora de elevar anclas, de liberar cosas, de desprenderme de personas. 


Por AGG.

Son las 4:00 de la madrugada y tengo tantos deseos de escribir algo sobre todo lo que siento y pienso. Pero no me atrevo a escudriñar en mis emociones y son tantas sensaciones a la vez que no consigo armonizar nada. Y vuelvo de nuevo al mismo rincón.

Ni siquiera en la música encontré refugio. Escuché a Sabina, luego a Pearl Jam. Mis canciones favoritas de Zoé que siempre habían funcionado tampoco pudieron ayudarme en esta ocasión. Finalmente me decidí por Arcade Fire. Descubrí a la banda cuando vi la película Her. Sí, sé lo que la mayoría piensa acerca de esa cinta, pero no importa, a mí me encantó. Cuando la vi, sentí que Joaquín Phoenix interpretando a Theodoro conectó cada uno de mis circuitos. No me tomé a la ligera su argumento ya que, siendo honesta, mi realidad no es tan distinta de la del protagonista.


Me considero un ser complejo, sí. Guardo un par de cartas de amor aún sin destinatario y desde hace algún tiempo converso con mi yo más intrigante y valiente cuando estoy a solas. Continúo pensando y recuerdo que antes solía rehusarme a utilizar eso que llaman teléfonos inteligentes. Pero, de repente, pensé en escapar haciendo uso de esa posibilidad tecnológica. En mi smartphone escribo algunas cosas sobre mí que quizás a muy pocos resulten interesantes, pero de alguna manera son escritos que representan la sinceridad de lo que ocurre en mi peculiar e íntimo mundo.

¡Seres humanos interactuando a través de sus teléfonos móviles! Eso es algo que no hará mucho tiempo pudo considerarse una locura, pero que ahora, en este mundo mío, es una realidad que me permite plasmar en letras mis pensamientos. ¿O es que a caso soy la única persona que ha llegado a sentirse tan sola que, con fuerza irracional, pretendo que mi teléfono cobre vida, mágicamente, para que durante las horas oscuras en las que el miedo me invade, emita un “¿Cómo te fue?” o una expresión tan sagrada y sanadora como “Te amo”? Y es que, ante mis ojos, algo grave le sucede al mundo. Pienso que necesitamos amar con mucha más fuerza y devoción. 


Bueno. Creo que ya mis ideas comienzan a fluir o, al menos, eso intento. Escribo un poco tarde, lo sé, pero me alegra hacerlo un 14 de febrero. Y me alegra que sea a falta de pocos minutos para que el reloj indique que son las 5:00 de la madrugada.

San Valentín. Comprendo el contexto de celebración y respeto cada opinión en torno a si es bueno o malo festejar en este día. Sucede que para mí la fecha sí es importante. Pero no porque sea el día del amor y de la amistad, sino porque tiene que ver, más bien, con que una vez, tal día como hoy, debí decir adiós y supe aceptar que algunas personas ya sólo podrían estar en mi cajita de recuerdos, en mi alma. Y es que justo hace siete años encontré a un ser maravilloso con el que compartí un tiempo extraordinario. Un ser que me enseñó a crecer y que ya no está más que en mi recóndito rincón de nostalgias, ahí donde guardo lo imperecedero. 


También en una fecha como hoy consolidé una alianza inquebrantable con dos mujeres que forman parte de mí. De una de ellas me despedí hace algunos años. Tiemblo cuando recuerdo a mi hermana mayor abordando aquel avión, cargando su pequeña maleta y su cámara fotográfica. Parecía contenta. Yo preferí no llorar para no estropear con lágrimas el momento, ya que presentí que si lo hacía, aquello podría derivar en una mala racha. Así que sonreí, prometiéndole tenerla siempre presente en mis recuerdos.

Era sábado, igual que hoy. De pronto, todo se tornó gris. Pero mi vida debía continuar. Decidí arreglarme y visitar un sitio que me relajara. Me sentía muy triste, más no deshecha. Después de todo, me quedaba un ala. Quizás no era mi hermana de sangre, pero sí de espíritu: mi obstinada compañera de apartamento, mi amada Flaca.

Juntas brindamos, cantamos, lloramos, reímos y sanamos. Después de todo, solo quedábamos ella y yo y en ese preciso instante sentimos que nada podría salirnos mal. ¡Ay, flaca, he disfrutado tanto contigo! Agradeceré eternamente ese incondicional amor tuyo. Quizás no tenga la valentía suficiente para enfrentarte y lamento ahora mismo no poder darte un abrazo. Sé, sin embargo, que nada de eso representaría un consuelo para ti en estos momentos. La pérdida de tu abuelo y la agonía de tu abuela son dos duros golpes con los que la vida, caprichosamente, ha querido ponerte a prueba y de los que seguramente saldrás airosa. Lamento también que hayas debido marcharte tan pronto, sin que diera tiempo siquiera a despedirnos como era merecido. Reconozco que siempre imaginé que llegaría el momento en el que cada una tomaría un camino distinto, pero jamás creí que sucediera tan pronto y de esta manera. Y es que nuestros caminos se entrelazaron desde muy temprano, lo sabes. Yo sigo siendo para ti la niña que jugaba en el patio trasero con su camisita de Pocahontas y que se lanzaba de panza sobre la ceniza. Puedo imaginarte muriendo de risa por eso y yo evidenciando mi enfado, con mi ceño fruncido y mis labios estirados porque estaba despeinada, con mi cara sucia y el dolor en mi pancita por el golpe. No te equivocas, Flaca, esa niña loca sigue aquí. Sé que has temido por mí y por las decisiones que he tomado. Sé lo mucho que me quieres. Sé que no deseas nunca verme infeliz. Pero, mi pequeña amiga, prometo andar siempre con cuidado, prométeme que también tú te cuidarás y que, de vez en cuando, observarás a la luna sabiendo que también yo lo haré para inmortalizar nuestra historia. 


Hace siete años, decía, un 14 de febrero, también decidí apegarme al amor y vencer la crueldad de un corazón abatido, sin aliento, que yacía en ruinas y devoraba toda alma que se le acercara. Fue entonces cuando aprendí la lección más importante de mi vida: que no hay odio que me paralice, que no hay oscuridad que nuble la inmensa llama de mi interior. Siento que me tragué una estrella.

Muchas cosas me han ocurrido en desde entonces. Alguien, incluso, llegó a decirme recientemente que me nota distinta. Serenamente, le respondí que es porque estoy creciendo. Y en ese proceso prevalece mi decisión de amar como se debe, amar desde las entrañas. Así como siento que me aman y que amo a mi abuela, a mi madre y a mis ancestros.

Dentro de poco amanecerá. No he dormido nada y en un par de horas deberé afrontar una mudanza. Sí, emprendo una nueva etapa. Me mudaré con una persona muy especial y a quien respeto, admiro y quiero mucho. ¿Qué si alguna vez imaginé esta situación? No, de ninguna manera. Pero de tanto caminar por mil caminos he aprendido que siempre habrá un destino, y eso fue lo que me condujo a este momento. Así que acepto el presente con amor y con una carga de sentimientos positivos. Estoy convencida de que algo grande sucederá en nuestras vidas. 


Por ahora, la pequeña debe cerrar su corazón y descansar un instante. Cuando amanezca, el show deberá continuar. Yo tengo motivos para recordar con especial agrado este 14 de febrero imperecedero. Y para explicar cuál es exactamente mi ideal de amor, acá comparto algunas líneas del escritor Roberto Juarroz:

“Un amor más allá del amor,
por encima del rito del vínculo.
Más allá del juego siniestro,
de la soledad y la compañía.
Un amor no sometido a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o de callar.
Un amor para estar juntos
o para no estarlo.
Pero también para todas las posiciones 

intermedias.
Un amor para abrir los ojos.
Y, quizás, también, para cerrarlos”


No hay comentarios:

Publicar un comentario